35° en Delhi y bruma, mucha bruma...

En el curso que estoy haciendo sobre blogs nos proponen que hablemos sobre lo que no nos gusta en este mundo. De momento, toca escribir sobre lo que no me gusta de la India de ahora.

No me gusta que un grupo de cuatro o cinco hayan violado y matado a la amiga de mi amiga Sky, que acaba de llegar de la India y nos hemos cruzado para un lunch en Portobello, Londres. Todos los que hemos vivido aquí, en la India, hemos oído historias horribles, y que nos tocan más o menos cerca, y siempre está esa nube en la cabeza que quiere olvidar, alejar, ignorar el horror, vivir como si no existiera. Ni aún así, esto le ha ocurrido ahora, hace dos o tres semanas, en Goa, a una chica joven y turista, demasiado cerca para que no escueza.

No me gusta tampoco la soterrada idea de que si ella no se hubiera quedado en ese party, en la fiesta de Holi, donde vuelan anilinas de colores y bailan, borrachos hasta el alba, nada le hubiera pasado. Volvemos a lo de siempre, la culpa de ser agredida la tiene la mujer, por no quedarse en casa, por querer vivir con los mismos derechos de movimiento y decisión que los hombres. Hay que hacer algo respecto a eso, pero eso es otro tema, otro blog, otra red. Aunque todo se entrelace, como en la vida.

Y tampoco quiero sentir que me timan en cada gesto, aunque insista e insista, siempre hay gato encerrado, pero una nunca sabe en qué habitación. Llegar al aeropuerto e intentar cambiar dinero. Después de tres o cuatro mostradores, una de da cuenta que el valor de cambio de moneda que ofrecen está muy por debajo del precio de mercado. A eso le añaden un 7% y te explican porqué te conviene cambiarlo todo con ellos porque en los cajeros te cobran el 9% cada vez que sacas, así que es mejor cambiarlo todo de golpe. Pero si es porcentaje, -digo yo- qué más dará una que cinco veces. Te miran como si no entendieses nada y te mandan a otro mostrador de la misma compañía, donde te cobran con tarjeta, que ellos no pueden... El caso es que si me dejan recambiar el dinero sin comisiones, me conviene cambiar un poco por eso de devolver las sobras. Lo que me han soplado otros pajaritos, es que la idea detrás de la crisis de moneda que dejó hace unos tres o cuatro meses a toda la India sin dinero de la noche a la mañana (cuando cambiaron los billetes sin previo aviso y los bancos no daban dinero), es la de automatizar y controlar todo el dinero del país de modo que casi necesitas abrir una cuenta de banco para poder sobrevivir sin dejar cuentas de 5000 rupias en el restaurante que te conoce. Sino, sin dinero, no comes. Lo más barato y rápido que he encontrado ha sido Transferwise, que envías dinero de un país a otro a cambio del día y con muy poca comisión. Si clicáis en el link recibiréis una invitación mía para hacer la primera transferencia gratis, sin comisión ninguna. A mi me ha salvado en muchas ocasiones!

Ahora están informatizando la India a pasos del gato de siete leguas, y eso se nota en todo. La nueva e-visa, que si la llego a sacar este mes ya me hubieran dado dos meses o más y entrada múltiple (pena que nadie lo supiera hasta este mes, hubiera ido a Nepal, a ver a KTGR), está muy bien pero siempre se deja a los que no se enteran y te siguen preguntando dónde está tu visa. Los bancos, que el año que viene ya tienen todos IBAN y BIC (el sistema indio de numeración de cuentas y sucursales es diferente, y aunque complejo, funciona muy bien) y la nueva organización de SIM cards, que ahora nos permite a los turistas de e-visa visa tener una tarjeta SIM gratuita de BSNL (la compañía del gobierno) a tu disposición en un mostrador del aeropuerto. La activación es diferente caso. Como voy ligera de equipaje, he llegado la primera y he podido hacer mil preguntas. Resulta que ahora ya no hay roaming entre provincias, como antes, así que cuando viajas no necesitas ir cambiando de número y tarjeta constantemente mientras vuelves locos a todos aquellos que quieran seguir tus trazos. Se están reorganizando, el delicioso caos autoorganizado espontáneamente que funcionaba tan bien, se ha perdido. Ya no hay fluidez, todo se vuelve rígido. La sociedad India se solidifica rápido, a pesar de los 35 grados de  Delhi. 

Siempre hubo autobús gratuito entre los dos aeropuertos de Delhi, el Internacional y el Nacional, solo que ahora llaman T3 al que antes era Internacional y le llaman Terminal 1D al de salidas Nacional y 1C al de llegadas Nacional. Antes, si te colabas y salías de la zona de embarque, ya estabas vendida, y te tocaba pagar taxi. Entendéis porqué ayer pregunté mil veces antes de salir. 

Fueron muy amables y me indicaron hasta el color y columna (la diez roja) desde la que salia el rojo autobús. E insistieron, todos, en que era gratuito. Fácil, subí al autobús con mi maletita, ayudada por el revisor. Y, una vez arriba, me indicó que tenía que bajarme y conseguir el billete enseñando mis tarjetas de embarque, que no me preocupara, que ya me esperaban. Y así fue. Chiringuito, tarjetas de embarque, papelito, y arriba de nuevo. Me pregunto porqué a nadie, de los muchos, se le ha ocurrido hablarme del billete. 

Me hago paso entre los gigantes maletones de todos los países cuando el revisor comienza a pasar. Llevábamos ya diez minutos de desértico camino a 35 brumosos grados cuando hace parar al autobús y echa fuera al chico jovencito sentado a mi lado, quizás Nepalí, con su gran maleta. Nada ni nadie entorno. Otros diez o quince minutos más, vuelve a parar el autobús y esta vez le toca a un asustado hombre indio con dos maletones. Y sin señales de vida entorno. Y quince minutos más llegamos a la T1D. Mi no entender. Pero no me gusta. No me gusta nada, sobre todo viendo las caras de desesperación de los que se quedaron en tierra, con sus maletones, en medio de la nada, con el sol sobre sus cabezas.

Llegada a la imponente y moderna T1D, me decido a comer algo, y ya me enfado a la primera pizza de cambio. El precio en los carteles es uno y cuando vas a pagar te piden otro (impuestos no incluidos, te dicen). 

-Esto es un abuso! -les digo.

Y me voy a buscar otro sitio. Entre picantes y guarrerías, me doy cuenta de que no me quedan opciones; que todos hacen lo mismo: impuestos no incluidos. Asumo mi derrota y me decido a acatar el estado de la cuestión. En una esquina, sin que me vean, pido un batido de melón con alguna otra fruta, que no acallará mi hambre, pero me dará la sensación de que como sano y mi cuerpo se beneficiará. Ay, una se olvida de lo básico: nada de agua ni cubitos de hielo en la India!

En menos de media hora ya tenía diarrea.

Afortunadamente, el extracto de semilla de pomelo funciona como si fuera una varita mágica, y el desastre, no llegó a más. 

Busco un enchufe, necesito dar de comer a mi maquinita compañera. Descubro un panel lleno de tomas de corriente de todas las nacionalidades, a punto del colapso, con gente entorno, muy apretados, agarrando sus clavijas para que hicieran conexión. Pena de foto, pero estaba sin batería!

Tiempo de embarque. Todo normal, hasta que llego a la puerta del avión. Ahí me doy cuenta de que la tarjeta de embarque se había quedado en el camino, entre la puerta de embarque y la puerta del avión, había volado. La verdad es que no me preocupé demasiado. Tenía el recibo con el número de asiento y mi nombre que me habían dado al pagar el exceso de equipaje ( sólo admiten 7 kilos en cabina) y había entrado con la tarjeta de embarque. No me podía creer lo que me estaba pasando. Cómo los pobres de los maletines. Pues no, señores, ya se estaban poniendo farrucos y que no me dejaban subir en el avión cuando llegó de vuelta el autobús interno del aeropuerto a traerme la tarjeta de embarque que se me había caído en el suelo! This is India!

Lo mejor y lo peor, juntos y al mismo tiempo. Por eso, aunque no me guste, me gusta!

 

 
 
Bus entre aeropuertos
 
 
Chiringuito dónde te dan la tarjeta de teléfono.

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