NAMO BUDDHA y misterios sin resolver.

Ayer por la noche volví a cenar con una pareja muy simpática de francesitos que llevan ya cinco meses dándo vueltas por Asia.
Ahí tenéis su blog con fotos:
(En cuanto lo encuentre lo pongo, yo no me llevé la cámara)
y hablando de taxis y autobuses me propusieron compartir jornada con ellos e ir a Bakthapur que es un pueblecito protegido por la UNESCO lleno de templos hindúes. Teníais que vernos explorando las callejuelas traseras para no pagar la entrada. Y es que en algunos sitios de Nepal cobran entrada (sólo a los turistas) para pasar por la calle principal, y si eres blanco la entrada es 25 veces más cara que si eres indio o nepalí. Y, claro, nosotros no colábamos. Así que se trata de entrar al mismo sitio pero por una calle lateral. Y un calor que mejor no contar.
A media mañana nos separamos, ellos a por más templos hindúes, hacia el norte, y yo a por un poquito de Dharma hacia el sur.
No os imágináis el autobús:
En el asiento de al lado una mujer, tres o cuatro paquetes y dos niñitos. Uno que se me durmió encima y el otro chupando de la teta de la madre entre curva y curva. Eso sí, de llorar nada. Y después de un par de horas de camino me deja en una esquina de la montaña con dos o tres casetas de té y nadie que hable inglés. Así que preguntando preguntando (aquí todos entienden los gestos) llego a un sitio precioso, una estupa en la ladera de una montaña y dos o tres tibetanos que parecía que habían salido de las cuevas en ese momento para pedir dinero de in modo insistente. Y con insistente quiero decir que una de las mujeres me hacía algo que no sabría identificar si eran cosquillas, pellizcos o empujones sin definición.
Por allí había un hotel monísimo, de muy pocas habitaciones y una terracita idílica colgada literalmente de la montaña, lo digo para las parejitas románticas que quieran hacer un par de días de escapada tranquila y delicatessen.
Empiezo a subir un caminito, precioso. Creo que es la primera vez en la India que -uy! que digo! en Nepal- corrijo- que estoy sola sin persona humana a la vista. Subiendo subiendo llego a un pequeño templo construido entorno a un people three -un árbol en el que vive gente- y, sí, efectivamente, éste es el sitio en el que el Buddha, en una vida anterior a ser Buddha, le ofreció su cuerpo a la tigresa hambrienta y a sus cachorros, llevado por la compasión.
Así que me acomodé, a recitar unas cuantas Samantabadras. Se estaba de fábula, como diría mi padre.
Y, lo que son las cosas, justo al salir, una da la vuelta a la esquina y se encuentra con el monasterio más grande y reluciente que nunca he visto, con la parte trasera del mismo, para ser más exactos. Me dió un poco de impresión porque sabía que por allí había un monasterio kagyu muy grande, pero no tenía claro de quién podría ser. Hay muchos kagyus por el mundo.
Así que me paseaba por delante de las habitaciones en las que había gente haciendo preliminares que salieron todos a husmear por la ventana -y mira que yo no hacía ruido- y me encontraba con monjes que no hablaban nada de inglés. Sólo tibetano.
Un par de monjes me llevaron a ver las gompas. Tres o cuatro, nuevecitas y recién pintadas. Y, al fin, las fotos de HHKarmapa por todas partes y Thrangu Rinpoché también en grande. Resulta que allí viven unos 500 monjes de Thrangu Rinpoché con una vista de muchos kilómetros a la redonda. Buen Feng Shui, y buen karma, también.
Total que ya se me había hecho tarde y vuelvo corriendo a coger el último autobús que sale a las 4:30 pm. Un par de monjes vienen también a Bouddha así que decido unirme a ellos en el viaje y no despegarme (hay varios cambios de autobús y se va a hacer noche en el camino). LLega el autobús, y el grupito de alemanes perdidos que también esperaban allí suben al techo del autobús, los monjes suben al techo del autobús, y yo -que llevaba seis años esperando la oportunidad , pues no me hago de rogar y arriba que me voy también. ¡Qué chulada! En aquellos caminos de montaña, agachando la cabeza con cada árbol y chapurreando tibetano con el único monje que sabía inglés (para poder entendernos) disfruté como una loca.
Primer cambio de autobús, segundo cambio de autobús -ya dentro, ya anochecido. Atasco y, de pronto, sin aviso, el monje que sabía inglés -mi guía- se levanta, se baja del autobús y comienza a caminar. El autobús arranca (van siempre con las puertas abiertas), entra en el carril central y el monje mudo y yo nos quedamos pasmados. Pasmados y sin guía.
El pobre se puso a llamar compulsivamente por teléfono y se bajaba del autobús sin la mochila de su compañero. Yo sabía cual era la última parada y además el "monje desaparecido" me había explicado dónde vivían, muy cerca de mi hotel, pero no era capaz de hacérselo saber al monje mudo que parecía no entender nada de lo que yo quería explicarle.
Bajamos del autobús, cogimos un taxi, el mudo encontró a otros coleguis monjes conocidos y se alejó de mi como si no me conociera de nada (igual lo aterroricé un poco, al pobre) y yo llegué a mi hotel. Del desaparecido no se supo nada más. Qué intriga.

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