En la cola del Ouroboros
Aquí algunas pequeñas impresiones de Mumbai, al que no había vuelto desde el 2003. El mismo café Leopoldo de la novela Shantaram y de mi vida, el mismo cyber recomendado por la Lonely, pero esta vez sin mi amigo Ilyas dirigiéndolo, la misma humedad y el calor pegajoso y las mismas ganas de quedarse mirando al ventilador todo el día. Yo no soy la misma, en cambio, pero el tiempo es circular y aquí acabo de encontrar mi propia cola a la que muerdo, como el buen Ouroboros en el que me he convertido. De nuevo las vacas sagradas , pero esta vez atadas a los árboles y con una mujer que trae la hierba para que, por la voluntad, se la den a la vaca. Las vacas son sagradas, según me explica Nagraj, porque en su corazón vive un Dios. Mumbai me atrapa, por los pelos he conseguido salir esta vez. Había vuelto al Basilico, estupendo restaurante italiano en el que mi amiga, Sasha Ley , había dado un concierto de Jazz -qué voz magnífica- allá en el principio del tiempo circu