Llegada al hospital y susto. Noche, toses en los pasillos, calor y ruido. Demasiado nerviosa para poder dormir. Atrapada sin saber en dónde. Aprehensión, olores, ¿estoy dónde tengo que estar? Las almohadas muy altas, las camas muy duras, la luz fluorescente que corta el aire y naftalina escondida en todos los rincones acechando a mi dormido dolor de cabeza. Todos los virus flotando a punto de atacarme. Esta mañana mi amiga me ha tranquilizado: a ella no le ha funcionado el tratamiento, se ha pasado los tres primeros días llorando hasta que se ha acostumbrado. Al menos sentirse acompañada. Ha visto mucha gente mejorar, se consuela. Dice que lo mejor es estar con enfermos. Me he escapado, he recorrido la ciudad en autobús, es domingo. Casi todo cerrado, no como en el Norte, que el domingo es uno de los días más activos. Aquí las mujeres tienen la piel oscura y van vestidas con sari. En el pelo llevan jazmín, para enamorar a los maridos. Ha sido la primera vez que veo en la India mujeres