Érase que se era un siddhi -sabio- que vivía en unas tierras lejanas. POngamos la India. Un poco al norte, en un lugar de montañas cercano a lo que hoy en día se llama Dharamsala. Parece ser que era una tierra en la que habitaban algunos budistas ya en tiempos tempranos pues algunos de ellos se dedicaron a escarbar en las piedras del lugar y tanto que escarbaron dejaron algunas letras marcadas en ellas. Por allí mismo se acomodó a vivir un siddhi, aunque no se sepa de qué tipo de comodidades disfrutaba (¿El intercambio de samsara por nirvana?,¿La sopa de ortigas?). El caso es que este siddhi se hizo amigo de un Naga y compartieron tierra, agua, fuego, viento, espacio y quién sabe si conciencia. Parece que fueron felices aunque no comieran perdices. El siddhi al final dejó su cuerpo, aunque no sabemos en qué condiciones. Pero el Naga, como no lo tenía, no pudo dejarlo. La historia cuenta que cada vez que alguién compra el terreno y quiere hacer cosas feas con él -construir grandes edif